Francisco Aguirre Leo

Con todo el balance oferta y demanda futura de electricidad en Chile convulsionada por la intervención presidencial en el proyecto carbonero Barrancones, que estaba ya años cumpliendo con salvar las instancias normativas establecidas, y que ahora pareciera ser compensada por una alianza nuclear con Francia, la oferta energética nacional en generación de electricidad se complica para el máximo placer de las empresas generadoras ya instaladas y operando en Chile en un mercado poco competitivo, pues los grupos ambientalistas locales, apoyados internacionalmente, han puesto la proa al uso a gran escala de nuestro principal recurso local que es la hidroelectricidad. También se está levantando la presión contra el uso del carbón para generar electricidad, lo que ha sido históricamente nuestra segunda fuente energética y que en los últimos dos años se definió como el recurso que en la próxima década nos sacará del trance impuesto por la restricción de gas natural argentino. De petróleos ni hablar, pues aún cuando transitoriamente ha reemplazado al gas natural como combustible, lo está haciendo a precios que inhiben el desarrollo de actividades productivas. Respecto de GNL, si bien es un combustible más limpio, sus precios asociados al petróleo lo hacen ser sólo un reemplazo competitivo del Diesel pero no una solución para el desarrollo. Por su parte, en el mundo, las energías renovables más baratas como son las bioenergías, pequeñas hidroeléctricas, alguna geotermia que aún no tenemos, son escasas y otras, como la eólica, solar, mareomotriz son un complemento caro, aún cuando Chile deberá incorporarlas forzadamente para alcanzar una meta de participación de 10% hacia el año 2024 como parte de una política energética que más bien fuerza lo que por sí solo las evaluaciones económicas privadas no desarrollarían. En resumen, lo concreto es que con las tecnologías enumeradas debemos pensar como abastecer 10.000 MW de nueva demanda de electricidad hacia el año 2020 y más del doble hacia el 2030. Sólo como orden de magnitud para quien desee medir el problema, el así llamado megaproyecto HidroAysén son solo 2750 MW y su fecha de puesta en servicio completa, sin atrasos, es posterior al 2018. Aquí es donde necesariamente parece inevitable considerar como candidata una de las principales energías comerciales aún no presentes en Chile, la nuclear. Sin embargo, para cumplir compromisos políticos el gobierno Chileno actual ha postergado la urgente decisión, no obstante avanza participando de la discusión que el sector académico y privado ha impulsado, incluidos los intereses y lobby de los grandes actores de ese negocio energético a nivel político y privado. Como estrategia oficial de avance sin violar el compromiso celebrado antes de que Chile cayese en esta estrechez energética provocada por la restricción de gas natural impuesta por argentina, la autoridad ha decidido avanzar primero con una Comisión de especialistas que a fines de 2007 ya entregó su trabajo favorable hacia la incorporación de la nueva tecnología nuclear a nuestra matriz energética, y ahora sigue avanzando imponiendo estudios previos para entregar fundamentos al próximo gobierno. Entre ellos recientemente ha adjudicado a consorcios internacionales estudios normativos, de riesgos y de tecnologías candidatas. En la segunda parte de esta columna les comentaré de cómo la tecnología nuclear presenta incluso innovadoras alternativas que Chile podría mostrar al mundo y un sorprendente descubrimiento final.