Francisco Aguirre Leo

La interconexión eléctrica entre la zona central de nuestro país (SIC) y la del Norte Grande (SING), considerada recientemente por la autoridad reguladora CNE, pretende hacer realidad para 2019 uno de aquellos proyectos nacionales emblemáticos cuyos estudios datan ya desde los años 70 del siglo pasado. Desde entonces, han existido evaluaciones para validarlo, primero conforme al análisis de la empresa estatal ENDESA, y luego por empresas privadas siguiendo vaivenes del mercado eléctrico que han hecho el proyecto de interconexión alternadamente viable o inviable en plazos de interés privados, sin considerar sus beneficios sociales en el muy largo plazo. Lo más cerca que el proyecto estuvo de ser una realidad fue a inicios de este siglo, cuando la abundante y barata generación con gas natural argentino en el SING hizo un favorable arbitraje de precios con la zona central y particularmente con el norte chico del SIC, históricamente castigado como apéndice extremo del sistema interconectado e ignorado hasta hoy como potencial motor económico en Atacama. Incluso en esa época se consideró el proyecto de interconexión larga entre Antofagasta y Santiago en corriente continua, pero tanto este como el de interconexión corta Copiapó-Antofagasta fueron enterrados por el racionamiento de gas natural al que nos sometió Argentina desde 2004. Así las cosas, este llamado a ejecutar la interconexión que crearía un Sistema Eléctrico Interconectado Nacional, es a mi parecer una última oportunidad del estado regulador para dar orientaciones de política energética y planificación que hoy es meramente indicativa y que conforme a sus estudios ha concluido que la interconexión SIC-SING es de utilidad nacional, aunque conlleve una posición detractora de las compañías eléctricas que hoy hacen notar lo que puede ser inconveniente para sus accionistas. En efecto, el sistema de tarificación actual de sistemas de transmisión hace en Chile que los que paguen sus costos no sean solo quienes hacen uso directo de ellos, sino terceros que no se benefician en el corto plazo, aunque potencialmente si en el largo plazo. Obviamente estos tienen hoy un voto negativo que me lleva a pensar que en las discusiones de la ley corta I en 2004 hubiese sido mejor que los sistemas troncales de transmisión hubiesen sido pagados de punta a cabo por todos los actores (aunque finalmente esto es sinónimo de consumidores). Aquí una vez más países vecinos se han anticipado y como ejemplo tenemos el caso de Peru, cuya interconexión entre Centro y Sur se ejecutó cargando la conexión en forma nacional conforme a los intereses globales y punto. Así entonces, el mercado chileno espera con ansiedad el resultado de la actual discrepancia respecto al llamado a ejecutar SIC-SING, a la que podría agregarse posteriormente un cambio en el sistema regulatorio de tarificación troncal, que con esta posición de las empresas generadoras hace aconsejable su revisión.