Francisco Aguirre Leo

Epoca de elecciones tienta a diversos actores legos en el tema energético a farandulizar temas técnico-económicos como es el desarrollo de mercados energéticos, cuyas decisiones de inversión no deben ser resultado de intereses de corto plazo. Aprovechando este fenómeno mediático, haré un recuento de cómo estímulo, reacciones y efectos se encacadenan en el largo plazo y de cuya farandulización hay que precaverse. Un ejemplo de larga polémica, que tendrá consecuencias en precios de electricidad hasta el año 2025 pueden atribuirse a cambios normativos en 1999, año de crisis derivada de un fenómeno natural de extrema sequia que hizo legislar con ignorancia y presión políticamente reconocida, modificando la legislación con una inmediata primera reacción R1 del mercado productor que reduce la inversión en generación de electricidad. El efecto, reacción R2, fue una huelga de contratos para abastecer las distribuidoras de electricidad provocando, R3 , que la autoridad alterara el sistema de precios vigente desde 1982, para compensar el negocio de generación cuyo pago, R4, está ya por años socializandose entre los consumidores domésticos por vía legal. El desajuste de mercado y precios derivado de ello, superpuesto al racionamiento de gas argentino, incentivó a la autoridad de turno a un violento cambio normativo tarifario en 2005, R5, esta vez para reincentivar la inversión en generación detenida ya años. Perdido el gas argentino, la distorsión de precios provocada por el parche de urgencia de generar con petróleo, R6, es una oportunidad, R7, para los inversionistas y bancas de inversión, para imponer al consumidor apremiado, esta vez precios libres en un nuevo escenario normativo, mediante extremadamente largos contratos, R8, esta vez sin riesgo para inversiones en un negocio global cuya rentabilidad legal en los precios al cliente final se calcula 10% real, cifra histórica buena para la legislación del siglo pasado pero que en la actualidad es sin embargo extraordinaria para cualquier ámbito de negocios. Así incautamente, sin posibilidades alternativas, grandes consumidores regulados – empresas distribuidoras – celebran forzadamente contratos de hasta 15 años (R-9), con la única alternativa, como reacción 10 a mediano plazo, que es la tecnología a carbón, en un escenario hidroeléctrico entrabado por reactivos ecológicos (11) que probablemente ignoran los riesgos de huella de carbón, consecuencias (12) que exponen a la industria y minería chilena en el mercado mundial futuro. Así entonces vale un comentario final sobre los precios que resultan de esta redacción en cadena relatada desde el disparo inicial en 1999 y que no ha terminado. Los precios de electricidad a nivel mayorista de entonces, basados en la economía marginalista, hoy se cuadruplica con tendencia a crecer aún más para los clientes sin ser ya regulable adaptandose a nuevas tecnologías e innovaciones como lo era antes del cambio normativo comentado, sino que queda ahora casi solo en manos de habilidad negociadora de los grandes consumidores, proceso que es dura tarea por delante salvo que tengamos un nuevo cambio tecnológico como el que comentaré en un próximo capítulo de esta farándula de la que es tan difícil sustraerse.