Francisco Aguirre Leo

Hoy, algo más de 100 años después de los inicios de la industria eléctrica, actividad ligada fuertemente a la minería y a la industria en general, volvemos a la prehistoria eléctrica, lo que fundamentaré con los símiles que mostraré en este artículo. En efecto, si nos remontamos a 1883 tenemos que se instala en Santiago un pequeño generador destinado al alumbrado de la Plaza de Armas, paradójicamente para lo que hoy sucede, reemplazando aquel el uso del gas, combustible típico de las luminarias de la época. Ello ocurre en Chile solo un año después del primer evento mundial de utilizar electricidad en alumbrado público en Lane Fox, Londres en 1882 y solo unos meses después de repetirse ello en Pearl Street, Nueva York a fines de ese mismo año. Comienza así la era industrial de la electricidad, que en Chile hace que la minería chilena de la época proyecte e instale la primera central hidroeléctrica, Chivilingo, en la zona de Lota, ello para trasmitir desde 10 Km de distancia y en 10 KV el suministro de electricidad hacia la mina de la Compañía Carbonífera de Lota, de posterior histórica actividad en nuestra economía pasada. Desarrollada la industria eléctrica mundial, la minería fue siempre uno de sus principales impulsores debido al uso intensivo de ese insumo. Así, en 1915, la Chile Exploration Co. inaugura en 1915 la Central Termoeléctrica de Tocopilla, situada en la costa por razones de refrigeración, rendimiento y abastecimiento marítimo de carbón, la que transmitía electricidad hacia la faena minera en 110 Kv, voltaje pionero en Latinoamérica usado solo 5 años después de su uso por primera vez en el mundo.

Valga la breve reseña histórica anterior de nuestros 2 ejemplos pioneros y los que luego siguieron en la minería del Salitre, en la mina y fundición Potrerillos, en la minería que hoy es El Teniente, para mostrar lo que llamo prehistoria del mercado eléctrico actual, es decir etapa caracterizada por autoproductores de electricidad. En dicha época todo proyecto minero siempre tuvo incluido en sus costos de inversión y de operación su central generadora de electricidad, aún cuando esta fuera remotamente instalada en la costa (centrales térmicas carboneras) o en la cordillera (centrales hidroeléctricas). Así entonces, los costos del suministro eléctrico eran parte de la inversión inicial y luego también de la operación de la industria minera, la que soportaba el 100% de los riesgos y de los costos. Demás está decir, que los campamentos y actividad residencial y de servicios aledaña a la minería pronto aprovechaban los beneficios de sus localizaciones cercanas a la generación de electricidad minera, iluminándose así entonces mucho antes que tantas otras localidades que tuvieron que esperar que llegase el servicio público de las compañías eléctricas distribuidoras.

Sin embargo, con el desarrollo de los sistemas interconectados como resultado de la segunda etapa del Plan de Electrificación Nacional desarrollado por la Empresa Nacional de Electricidad desde mediados de los años 40 , tanto SIC como SING permitieron, primero desde fines de los años 60 a las mineras de la zona central y luego 20 años después a las del norte grande percibir las economías de escala, la mayor eficiencia y los ahorros en respaldos de generación que implicaron las interconexiones. El servicio público interconectado trajo menores costos que la autoproducción, mayor seguridad y flexibilidad en la operación de los sistemas de generación, transporte y consumo de electricidad en el país. Aún cuando a las compañías mineras inicialmente no convencía la pérdida del control del suministro de este importante insumo y alto costo de falla, la economía y confiabilidad de los sistemas integrados pesó en las decisiones. Aún más, la reforma de la economía chilena y del sector eléctrico de los años 80 permitió evolucionar desde un mercado eléctrico chileno muy poco desarrollado y concentrado en empresas estatales hacia un cambio pionero consistente en un mercado crecientemente privado, competitivo y soportante de riesgos en el ámbito del segmento de generación del negocio, reconociéndose la condición monopólica del negocio de transmisión y del de distribución.

Notable fue entonces el favorable ambiente para el explosivo desarrollo minero cuyos proyectos se evidenciaron principalmente en el Norte Grande, que se abastecía por petróleos con primera central a carbón en Tocopilla en 1983 y cuya condición de sistema interconectado se concretó en 1987 para cerca de triplicar su demanda en los 10 años siguientes pasando a ser un sistema alimentado principalmente por centrales carboneras cuya culminación se produce en la década de los 90 para recibir el cambio tecnológico producido por el gas natural a fines de siglo.

Los cambios de mercado antes señalados se tradujeron en cambios en los precios de la electricidad, derivados a su vez de la cada vez más generalizada modalidad de contratar grandes suministros desde el servicio público abandonándose así la antigua modalidad de autoabastecimiento o de contratos de muy largo plazo. En efecto, los antiguos precios promedio de inicios de los años 80, cercanos a 200 US$/Mwh asociados al petróleo en el SING se redujeron fuertemente con la interconexión llegando a la mitad hacia fines de los 80, reduciendose luego hasta a una tercera parte como promedio de los años 90 y a la quinta parte, es decir menos de 40 US$/Mwh a inicios del nuevo siglo . En el SIC, si bien los precios a inicios de los 80 eran cercanos a la mitad del SING, pues la matriz energética no era petrolera, en el período posterior y hasta ahora la evolución fue muy parecida a la del sistema norte, particularmente con la llegada del gas natural en ambos sistemas hacia fines del siglo.

Así entonces, una vez evidenciados y en práctica los propósitos competitivos de la reforma eléctrica de inicios de los años 80 el mercado dio paso a la competencia, a la negociación equilibrada de grandes contratos de industriales y mineros. Aún cuando la vigencia de contratos en los años 80 todavía era de largo plazo, particularmente en el SING, fueron acortándose para dar lugar a un ágil mercado de licitaciones de suministro con nuevos contratos, más cortos, flexibles y económicos en que los proveedores asumían competitivamente riesgos y los clientes se familiarizaban con procesos negociados externalizando entonces las responsabilidades del suministro de electricidad.

Sin embargo, la llegada del siglo XXI trajo fuerte reversión del mercado eléctrico chileno como resultado de una combinación de factores, entre ellos cambios normativos imprevisores, alta exposición a energéticos de origen único, reintegración de las empresas privatizadas, problemas financieros de las multinacionales globalizadas. Estos efectos combinados inicialmente se evidenciaron en una “huelga legal de inversiones y de contratos”, que provocó una inicial estrechez de oferta que recibió un golpe de gracia al perderse la fuente argentina de gas natural provocando una fragilidad al mercado que incentivó a la autoridad reguladora a impulsar el año 2005 una modificación legal tarifaria radical, cuyos efectos de alza de precios estamos comenzando a percibir y que estarán presente en el largo plazo con dudosas y aún inciertas consecuencias.

Paralelamente al radical cambio de cálculo legal de tarifas reguladas se produce una presión indebida de la autoridad debutante de la época interviniendo las negociaciones privadas para que la minería e industria mayor también acepte cambios de precios alterando los contratos celebrados en las favorables condiciones de mercado anteriores. La imprevista consecuencia de muy largo plazo es que la intervención señalada resulta brutal contra los intereses de los grandes consumidores y consecuentemente también para todos los clientes regulados, quienes conforme a la ley deben seguir los precios resultantes de grandes contratos. Además, los proveedores respaldados oficialmente se animan a lo inédito, esto es intentar modificar contratos de suministro, si es necesario usando la fuerza de arbitrajes legales de compleja solución, cuyo resultado es alta demanda para asesores especializados tras la búsqueda de fallos que los árbitros evitan buscando conciliaciones entre proveedores de electricidad y consumidores, especialmente mineros, que en todo caso se sabe que resultan de alta rentabilidad para los demandantes. En efecto, aparte de las consecuencias directas de cambios de contratos que lleva a una escalada de alzas de precios que se propaga rápidamente y con alta distorsión de costos en muchos casos, se tiene el beneficio indirecto que además provoca una réplica inmediata en precios regulados conforme la modificación de ley corta de 2005 obliga, que ha hecho que recientemente hayamos tenido frecuentes indexaciones de precios con ajustes de casi 50% en los últimos seis meses. Por esto, habida cuenta que la minería representa la mayor parte del consumo no regulado en Chile podemos decir entonces que los precios domésticos están “mineralizados”.

El resultado de la alteración del mercado eléctrico chileno actual se puede resumir señalando que volvemos a la prehistoria señalada en mi preámbulo. En efecto hoy, 100 años después, la minería vuelve a la prehistoria en cuanto a su modalidad de abastecimiento y otros aspectos relacionados. Así, hoy el petróleo es insumo relevante en la matriz de generación del país ( 38% en agosto pasado) y el carbón lo será en el mediano plazo y las decisiones de incrementar la oferta no distan de soluciones de autogeneración, pues ante la carencia de una real competencia para incrementar la oferta se ha tomado la iniciativa de respaldos locales además de estudiar y financiar proyectos energéticos propios en el largo plazo y a todo evento, es decir agregando a su estructura de costos un pasivo por un activo que el pasado no muy lejano ya había logrado externalizar de su actividad minera. En cuanto a los precios, ya estamos a niveles similares de mediados de los años 80 y además la minería está sobrellevando costos asociados a abastecer a los clientes regulados aledaños del SING.

Finalmente, es recomendable que los negociadores de nuevos contratos de suministro de electricidad recuerden que deben prever situaciones futuras en base a la experiencia histórica, entre ellas que el cambio tecnológico del gas natural trajo una economía notable que en aquella época aprovecharon principalmente nuevos contratos ante la negativa de los proveedores de cambiar contratos antiguos vigentes. Debe considerarse que hacia la próxima década se vislumbran potenciales candidatos a nuestra matriz energética como son la nucleoelectricidad y la geotermia, ambos de costos variables bajísimos similares a hidroeléctricas de pasada, interviniendo en un sistema cuya condición de fragilidad actual nos expone al menos hasta inicios de la próxima década, con precios de contratos de largo plazo que resultan contaminados hasta el año 2025 con esta situación distorsionada por motivos diversos que he querido enumerar, aunque parcialmente, para considerar en próximas experiencias.