Francisco Aguirre Leo

Anticipé en la primera parte de esta columna los riesgos derivados de la actual condición del negocio de generación de electricidad, completando ahora con los riesgos que incorpora el segundo eslabón en la cadena eléctrica: la Transmisión de electricidad, regida por una normativa incompleta e imprecisa para establecer los pagos por uso de los sistemas de transmisión bajo las condiciones de acceso abierto que su negocio monopólico exige admitir.

Recordemos que conforme a la ley vigente, la gestión de transmisión de electricidad a través de grandes sistemas de transporte, al igual que la actividad de generación, tampoco es Servicio Público. Así, los operadores actuales no tienen obligación legal alguna de ampliar los sistemas de transporte necesarios para llevar electricidad desde los sitios de generación a los de consumo. Los únicos incentivos son económicos pues sanciones por calidad de servicio son difíciles de aplicar ya que normativa en Chile casi no existe. Esta etapa del negocio está fuertemente insatisfecha y sus operadores son los más ansiosos por conocer los avances y finalmente resultados del proceso legislativo de ley corta y que después de las noticias de estos días incrementa la incertidumbre sobre esta etapa del negocio.

En efecto, hoy los transmisores no están incentivados a desarrollar los sistemas de transmisión y resolver las congestiones y precariedades que cada día crecen conjuntamente con la demanda, las que ya se han manifestado con algunos apagones provenientes precisamente de responsabilidades en este segmento del negocio eléctrico. En concreto, hoy hay tramos de los grandes sistemas de transmisión que, aún cuando transportan electricidad de distintos usuarios, no reportan ingreso alguno para los dueños de dichos activos. Aún más, aquellos por los que se perciben ingresos, resultan muchas veces rentados a cifras distintas que las que pretenden insinuar las escasas disposiciones legales vigentes, cuyos vacíos finalmente exigen a las partes recurrir a largos y caros procesos arbitrales para resolver las divergencias que finalmente dejan insatisfechas al menos a una de las partes, sino ambas. Incluso hay clientes que ignoran que su abastecimiento es precario, pues su proveedor no ha contratado respaldo de transmisión, constituyendo dichos suministros en carácter reglamentario de “interrumpibles”.

Así las cosas, buen lío se armará cuando el próximo evento de racionamiento eléctrico, que se acerca cada día más sin inversión en generación y también en transmisión, deje legalmente desabastecidos a los consumidores por falta de oferta eléctrica real. Aunque no suficientemente evidenciados, ya tenemos problemas por falta de contratos entre proveedores generadores y las empresas distribuidoras, que abastecen a los pequeños consumidores y cuyo riesgo en tal circunstancia estriba incluso en perder las concesiones que les autorizan a desarrollar el negocio de servicio público de distribución, ya que estos operadores sí que están obligados a suministrar la demanda eléctrica, paradójicamente por la misma ley que legítimamente exime de tal obligación a sus proveedores de la electricidad que ellos deben distribuir.

Así finalmente, si a los problemas anteriores agregamos la ausencia de intención de legislar normativa sobre comercializadores, cogeneración, turbinas de emergencia y otras, los riesgos se incrementan y el consumidor final será quien deberá soportar sin alternativas los costos de falla y desabastecimiento, en cada caso mucho más altos que los de la electricidad no suministrada por un mercado actualmente en “huelga legal” y a cuya prolongación perniciosamente contribuyen las causas señaladas.

Por su parte, la autoridad reguladora sigue intentando llegar a acuerdos internos y los legisladores avanzan, no tengo duda alguna, con mucha aprehensión de repetir el parche legal de 1999, que en plena crisis de racionamiento dio lugar a un apresurado y extemporáneo garrote normativo, responsable de parte de los crecientes riesgos actuales en el abastecimiento de electricidad de la zona central del país,

¿se ve ya seco el año 2003 ? ¡ juntemos velas, ……, para 2004 o 2005, ….por si acaso !.